Alrededor de un tercio de los trabajadores españoles afirman trabajar con plazos muy ajustados (y/o a gran velocidad) todo o casi todo el tiempo. Es decir, estarían expuestos a lo que se denominaría una alta intensidad de trabajo (una medida de la densidad, de la carga y esfuerzo en el tiempo de trabajo). Estos datos proceden de los microdatos de la última Encuesta Europea de Condiciones de Trabajo de 2015, la operación estadística más potente sobre condiciones de trabajo.
¿Y cual es el problema? Entre otros, que un 40% de los expuestos a esta alta intensidad padecen un considerable daño en su salud (medido por cuatro o más problemas de salud de una lista en la que se incluyen hasta 10 categorías de problemas de salud físicos y mentales).
Para tratar de estimar la gravedad de los datos, conviene compararlos con los de otros aspectos del mundo laboral que intuitivamente asociamos con una mala salud, como los distintos niveles de precariedad. Así, con los datos de la misma encuesta, la mala salud ligada a una alta intensidad sólo parece comparable a la de los trabajadores sin contrato y a la de los trabajadores con mayor inseguridad (los que dicen estar muy de acuerdo con que podrían perder su trabajo en los próximos seis meses). Se muestra en la siguiente figura de elaboración propia:
Pero hay una diferencia sustancial, mientras los trabajadores sin contrato son ~6% del total y los trabajadores que sufren mayor inseguridad alrededor de un 13%, los expuestos a una alta intensidad suponen alrededor de un tercio.
Los datos están en sintonía con múltiples estudios europeos que señalan la creciente relevancia de la intensificación del trabajo en la salud, en línea con la enorme literatura epidemiológica que ha relacionado tradicionalmente la influencia de las exigencias/demandas y el estrés en la salud física y mental y que no detallo para no aburrir.
En definitiva, los daños en la salud de la intensificación del trabajo son tan negativos como los de la peor de las precariedades, pero afectan a muchos más trabajadores de todo tipo y condición.
La cuestión es ¿podemos visibilizar –y tal vez politizar– más esta intensificación y sus efectos?